martes, 17 de mayo de 2011

Recuerdos y “regalos” de la primera comunión

Centenares de niños y niñas reciben en estos fines de semana de mayo y junio la primera comunión. Se trata de uno de los acontecimientos más emblemáticos de la infancia de toda persona, del día quizás más feliz de nuestra vida.

¿Recordáis, amigos internautas, el día de vuestra primera comunión? ¿Recordáis el día de la primera comunión de vuestros hijos? Os propongo que pongáis por escrito vuestros recuerdos, experiencias, sentimientos y sensaciones y que nos los comuniquéis a esta página web para su publicación.

Quien os habla recibió la primera comunión el 19 de mayo de 1966. Hace, pues, 40 años. No sé si aquel día fue el más feliz de mi vida. Quizás no, aunque sí fue feliz, hermoso, tierno e inolvidable. Recuerdo bien la celebración. Recuerdo bien las catequesis previas, la primera confesión, la oración de acción de gracias tras haber comulgado por primera vez. Recuerdo bien la sensación de que algo grande que me había ocurrido. Recuerdo bien asimismo los días siguientes en que iba contando las sucesivas comuniones que recibía. Recuerdo bien asimismo los primeros grupos de catequesis de primera comunión que preparé como seminarista y como sacerdote.

Todos estos recuerdos se agolpan en mi memoria y en mi corazón con el sentimiento y la convicción de que merece la pena seguir cuidando al máximo la preparación y la celebración de la primera comunión de nuestros niños. Que toda la comunidad eclesial y que los padres y familiares de nuestros niños de primera comunión deben respetar y potenciar, también al máximo, la identidad y la esencia de este acto religioso y cristiano a fin de que sea lo que tiene que ser. No podemos convertir las primeras comuniones en meros actos festivos y sociales, en meras ferias infantiles de las vanidades. Ni tampoco podemos dejarnos llevar por tentaciones "iconoclastas", puristas y radicalizadas

La primera comunión es el final de un proceso catequético, evangelizador y religioso y el comienzo de otro. Comienza una nueva etapa, que requiera también de formación catequética, de vida de piedad y de ejemplo de los padres y de demás personas del entorno de los niños. Jamás debe ser el día de la primera y de la última comunión.

Por todo ello, el más hermoso de los regalos, el mejor de los servicios y la mayor de las contribución de los padres y familiares al auténtico esplendor y sentido de la primera comunión de sus hijos será el garantizar la mejor preparación catequética de sus niños y darles ellos mismos ejemplo de vida, de praxis y de compromiso cristiano.

Y hablando de regalos, ¿sería descabellado proponer un regalo solidario para las primeras comuniones de 2006? Nuestros niños tienen de todo; nada ya les hace verdadera ilusión. ¿Y si los regalos de esta primera comunión tuvieran por destino un niño o niña de los países pobres con quienes además se establecería, a través de nuestros misioneros, algún sistema de adopción a distancia?

Pensadlo, comentadlo con vuestras familias y comunicadnos el resultado de vuestros intentos al respecto.

Jesús de las Heras Muela

¿”Hacer” o “celebrar” la primera comunión?

Desde la triple óptica del Ver, Juzgar y Actuar, los educadores del Movimiento Junior de la Acción Católica de una diócesis española proponen estas reflexiones sobre la Primera Comunión.

VER

En nuestra diócesis, una gran mayoría de niños "hacen" la primera comunión. De ellos, sólo unos pocos continúan después su proceso catequético y formativo de crecimiento en la fe. Para muchos es su primera, única y última comunión y de este modo no hay verdadera experiencia creyente en ellos.

En muchas familias no se vive la fe como seguimiento de Jesucristo, con repercusión en la vida concreta y como transformación en los ambientes en que viven.

En muchas parroquias donde se "hace" la primera comunión no existen referencias comunitarias reales: la comunidad cristiana que celebra y acoge y acoge a sus pequeños simplemente no existe.

Hay un evidente negocio económico y de prestigio social montado en torno a las primeras comuniones que dista mucho del mensaje evangélico y de sus exigencias.

JUZGAR

Aun a riesgo de parecer utópicos, nuestra referencia debería estar también este tema en la Palabra de Dios (He 2,42-47; 4, 32-35).

Para que nuestro culto sea auténtico (Jn 4,23-24; Rm 12,1-2), la celebración de cualquier sacramento tiene que ser expresión de la vivencia de unas determinadas experiencias en quienes participan en ellas. La primera de las cuales debe ser el encuentro personal con el Dios manifestado en Jesucristo. De ese encuentro han de brotar el gozo ante la Buena Noticia del Reino, la conversión cristiana, la experiencia de la libertad de los hijos de Dios, la audacia inherente a la proclamación del mensaje de Jesús. Además, en la Iglesia no podemos desligar la celebración de la fe de las exigencias y el compromiso por la justicia (Is 1,10-20).

El protagonismo de los laicos -y los niños lo son- comienza y tiene su máxima expresión en lo que la comunidad cristiana tiene de más vital: la celebración de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. Pero la primera participación en ella es "sólo" un paso en el seguimiento de Jesús, que es un proceso continuado hasta llegar a la incorporación madura en una comunidad de referencia y al compromiso en la realidad y en los ambientes.

ACTUAR

Es necesario promover en las parroquias espacios de formación sobre la celebración de los Sacramentos, que ofrezcan pasos continuados de crecimiento en la fe y en el seguimiento de Cristo.

Las familias deberían tomarse en serio la fe. Si no creen, si las exigencias del Evangelio no tienen nada que decir en sus vida cotidianas, deben plantearse si sus hijos "hacen" la primera comunión. Si creen, deben exigir una forma de incorporación de los niños a la Eucaristía de la comunidad que sea coherente con su verdadero significado. En este sentido, se hace cada vez más necesaria la institución de una Catequesis de padres, de carácter más o menos obligatorio y complementaria con la catequesis que reciben los niños.

Los niños y las niñas tienen que ser capaces de ser protagonistas sobre estos asuntos. Deben tener clara conciencia-en la medida de su edad- de lo que significar recibir y celebrar la comunión.

Los agentes de pastoral -catequistas, parroquias, sacerdotes...- deben rechazar y denunciar el entramado de "negocio" de las primeras comuniones. Es contrario al Evangelio de Jesús y al deber de solidaridad en medio de un mundo tan injusto como el nuestro.

Es tarea de todos los cristianos devolver a esta celebración su autenticidad evangélica, creando para ello formas diferentes y alternativas de celebrar la incorporación de nuevos miembros a la Eucaristía.

Movimiento diocesano Junior de la Acción Católica
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Beatriz Sandoval - Mi primera comunión

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