Lo mejor de las Navidades son los catálogos y las revistas navideñas que nos sorprenden con nuevos objetos para regalar. Maravillan dos cosas: la búsqueda del éxito en las sugerencias para obsequiar a los que «tienen de todo» y el fracaso del conjunto a los que no queremos nada. Seamos positivos y atendamos a lo primero.
Los que suben una montaña en condiciones adversas de pendiente para comerse un plátano en la cumbre ya tienen solucionado que la fruta llegue sin machacones, gracias a la «funda de plátano» para excursionistas, un exoesqueleto bananero de plástico.
El Estado y su tutela crean oportunidades para el ingenio. ¿Que la anterior ministra de Sanidad, Elena Salgado, no deja fumar en la empresa porque es malo para la salud y hay que practicar el vicio a la intemperie, incluso en el crudo invierno? Llega el mercado, liberador de los ciudadanos y satisfactor de los consumidores, con sus manoplas para fumador, que incorporan al diseño tradicional un agujero para introducir el cigarrillo. ¿Hay manoplas para fumadores zurdos? Para el año próximo sugiero las manoplas para lectores al ventestate porque la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, acaba de decir que «no saber leer es peor que fumar».
Las gafas de ventisca para practicantes de «snowboard» son muy recomendables para regalar a la abuela. Sí, hay objetos muy específicos que se vuelven obsequios ideales cuando se los saca de su utilidad. Ahora que Nicole Kidman anuncia el entrenamiento mental del neurólogo japonés Kawashima, las gafas de ventisca son muy útiles para personas de memoria frágil y cultura analógica. Se trata de regalarlas a quienes nunca encuentran las gafas, las de ver de cerca (que a veces llevan puestas), también llamadas «de leer» o «de coser». Sirven también para quienes tienen gafas de sol y se las tropiezan en las noches de lluvia pero jamás las llevan ni encuentran en los días radiantes. Regalarles unas gafas de ventisca puede no librarles de sufrir la ventisca en los días de ventisca («¿Dónde habré puesto las gafas de ventisca?»), pero les mantendrá cerebralmente alerta acerca de dónde ponen las cosas, lo que desarrolla la memoria analógicamente.
Las gafas y la memoria están unidas, mucho más que por esa correa de profesor universitario que las convierte ahora en corrector, ahora en collar. Con un solo objeto se combaten dos síntomas de la edad: ver mal y recordar peor. Sólo los que se abandonan preferirán el «Tchin-Tchin» del óptico Alain Afflelou con su segundo par de gafas por un euro más. Esos verán mejor pero no recordarán lo que han visto.
Los que suben una montaña en condiciones adversas de pendiente para comerse un plátano en la cumbre ya tienen solucionado que la fruta llegue sin machacones, gracias a la «funda de plátano» para excursionistas, un exoesqueleto bananero de plástico.
El Estado y su tutela crean oportunidades para el ingenio. ¿Que la anterior ministra de Sanidad, Elena Salgado, no deja fumar en la empresa porque es malo para la salud y hay que practicar el vicio a la intemperie, incluso en el crudo invierno? Llega el mercado, liberador de los ciudadanos y satisfactor de los consumidores, con sus manoplas para fumador, que incorporan al diseño tradicional un agujero para introducir el cigarrillo. ¿Hay manoplas para fumadores zurdos? Para el año próximo sugiero las manoplas para lectores al ventestate porque la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, acaba de decir que «no saber leer es peor que fumar».
Las gafas de ventisca para practicantes de «snowboard» son muy recomendables para regalar a la abuela. Sí, hay objetos muy específicos que se vuelven obsequios ideales cuando se los saca de su utilidad. Ahora que Nicole Kidman anuncia el entrenamiento mental del neurólogo japonés Kawashima, las gafas de ventisca son muy útiles para personas de memoria frágil y cultura analógica. Se trata de regalarlas a quienes nunca encuentran las gafas, las de ver de cerca (que a veces llevan puestas), también llamadas «de leer» o «de coser». Sirven también para quienes tienen gafas de sol y se las tropiezan en las noches de lluvia pero jamás las llevan ni encuentran en los días radiantes. Regalarles unas gafas de ventisca puede no librarles de sufrir la ventisca en los días de ventisca («¿Dónde habré puesto las gafas de ventisca?»), pero les mantendrá cerebralmente alerta acerca de dónde ponen las cosas, lo que desarrolla la memoria analógicamente.
Las gafas y la memoria están unidas, mucho más que por esa correa de profesor universitario que las convierte ahora en corrector, ahora en collar. Con un solo objeto se combaten dos síntomas de la edad: ver mal y recordar peor. Sólo los que se abandonan preferirán el «Tchin-Tchin» del óptico Alain Afflelou con su segundo par de gafas por un euro más. Esos verán mejor pero no recordarán lo que han visto.
Regalos y obsequios
Regalar tiene su estilo propio y un significado determinado. Un regalo desproporcionado puede causar el efecto contrario al deseado.
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